Cuento infantil 2
Blanca Nieves
Un día de invierno la Reina miraba
cómo caían los copos de nieve mientras cosía. Le cautivaron de tal forma que se
despistó y se pinchó en un dedo dejando caer tres gotas de la sangre más roja
sobre la nieve. En ese momento pensó:
- Cómo desearía tener una hija así, blanca como
la nieve, sonrosada como la sangre y de cabellos negros como el ébano.
Al cabo de un tiempo su deseo se cumplió y dio a
luz a una niña bellísima, blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y con
los cabellos como el ébano. De nombre le pusieron Blancanieves, aunque su
nacimiento supuso la muerte de su madre.
Pasados los años el rey viudo decidió casarse
con otra mujer. Una mujer tan bella como envidiosa y orgullosa. Tenía ésta un
espejo mágico al que cada día preguntaba:
- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no
soy yo la más hermosa?
Y el espejo siempre contestaba:
- Sí, mi Reina. Vos sois la más hermosa.
Pero el día en que Blancanieves cumplió siete
años el espejo cambió su respuesta:
- No, mi Reina. La más hermosa es ahora
Blancanieves.
Al oír esto la Reina montó en cólera. La envidia
la comía por dentro y tal era el odio que sentía por ella que acabó por ordenar
a un cazador que la llevara al bosque, la matara y volviese con su corazón para
saber que había cumplido con sus órdenes.
Pero una vez en el bosque el cazador miró a la
joven y dulce Blancanieves y no fue capaz de hacerlo. En su lugar, mató a un
pequeño jabalí que pasaba por allí para poder entregar su corazón a la Reina.
Blancanieves se quedó entonces sola en el
bosque, asustada y sin saber dónde ir. Comenzó a correr hasta que cayó la noche.
Entonces vio luz en una casita y entró en ella.
Era una casita particular. Todo era muy pequeño
allí. En la mesa había colocados siete platitos, siete tenedores, siete
cucharas, siete cuchillos y siete vasitos. Blancanieves estaba tan hambrienta
que probó un bocado de cada plato y se sentó como pudo en una de las sillitas.
Estaba tan agotada que le entró sueño, entonces
encontró una habitación con siete camitas y se acurrucó en una de ellas.
Bien entrada la noche regresaron los enanitos de
la mina, donde trabajaban excavando piedras preciosas. Al llegar se dieron
cuenta rápidamente de que alguien había estado allí.
- ¡Alguien ha comido de mi plato!, dijo el
primero
- ¡Alguien ha usado mi tenedor!, dijo el segundo
- ¡Alguien ha bebido de mi vaso!, dijo el
tercero
- ¡Alguien ha cortado con mi cuchillo!, dijo el
cuarto
- ¡Alguien se ha limpiado con mi servilleta!,
dijo el quinto
- ¡Alguien ha comido de mi pan!, dijo el sexto
- ¡Alguien se ha sentado en mi silla!, dijo el
séptimo
Cuando entraron en la habitación desvelaron el
misterio sobre lo ocurrido y se quedaron con la boca abierta al ver a una
muchacha tan bella. Tanto les gustó que decidieron dejar que durmiera.
Al día siguiente
Blancanieves les contó a los enanitos la historia de cómo había llegado hasta
allí. Los enanitos sintieron mucha lástima por ella y le ofrecieron quedarse en
su casa. Pero eso sí, le advirtieron de que tuviera mucho cuidado y no abriese
la puerta a nadie cuando ellos no estuvieran.
La madrastra mientras tanto, convencida de que
Blancanieves estaba muerta, se puso ante su espejo y volvió a preguntarle:
- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no
soy yo la más hermosa?
- Mi Reina, vos sois una estrella pero siento
deciros que Blancanieves, sigue siendo la más bella.
La reina se puso furiosa y utilizó sus poderes
para saber dónde se escondía la muchacha. Cuando supo que se encontraba en casa
de los enanitos, preparó una manzana envenenada, se vistió de campesina y se
encaminó hacia montaña.
Cuando llegó llamó a la puerta. Blancanieves se
asomó por la ventana y contestó:
- No puedo abrir a nadie, me lo han prohibido
los enanitos.
- No temas hija mía, sólo vengo a traerte
manzanas. Tengo muchas y no sé qué hacer con ellas. Te dejaré aquí una, por si
te apetece más tarde.
Blancanieves se fió de ella, mordió la manzana
y… cayó al suelo de repente.
La malvada Reina que la vio, se marchó riéndose
por haberse salido con la suya. Sólo deseaba llegar a palacio y preguntar a su
espejo mágico quién era la más bella ahora.
- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no
soy yo la más hermosa?
- Sí, mi Reina. De nuevo vos sois la más
hermosa.
Cuando los enanitos llegaron a casa y se la
encontraron muerta en el suelo a Blancanieves trataron de ver si aún podían
hacer algo, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Blancanieves estaba
muerta.
De modo que puesto que no podían hacer otra
cosa, mandaron fabricar una caja de cristal, la colocaron en ella y la llevaron
hasta la cumpre de la montaña donde estuvieron velándola por mucho tiempo.
Junto a ellos se unieron muchos animales del bosque que lloraban la pérdida de
la muchacha. Pero un día apareció por allí un príncipe que al verla, se enamoró
de inmediato de ella, y le preguntó a los enanitos si podía llevársela con él.
A los enanitos no les convencía la idea, pero el
príncipe prometió cuidarla y venerarla, así que accedieron.
Cuando los hombres del príncipe transportaban a
Blancanieves tropezaron con una piedra y del golpe, salió disparado el bocado
de manzana envenenada de la garganta de Blancanieves. En ese momento,
Blancanieves abrió los ojos de nuevo.
- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?, preguntó
desorientada Blancanieves
- Tranquila, estáis sana y salva por fin y me
habéis hecho con eso el hombre más afortunado del mundo.
Blancanieves y el Príncipe se convirtieron en
marido y mujer y vivieron felices en su castillo.

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